martes, 27 de mayo de 2008

CAPITULO UNO

El padrino astronauta

El hombre hecho de cielos sufre la molestia de ser surcado por oscuras golondrinas que emigran de un lado para el otro según las temporadas; y por otras aves atrevidas, o sea: por casi todas, ya que casi todas las aves son atrevidas. Menos, claro está, por el pájaro azul de la esperanza. Pájaro tímido si los hay. Y por hermosos aviones que llevan a señores muy serios con sus costosas computadoras portátiles. Y digo hermosos aviones porque para mí, todos los aviones son hermosos; y son mucho más hermosos que las aves, que no llevan nada, solo a ellas mismas; y por barriletes que se atan a un niño; y más que al niño, se atan el padre, que no es nuestro, sino del niño y no está en el cielo, sino en la tierra. O mejor dicho, está en El Barrio.

El hombre hecho de cielos, fue construido con todos los cielos que alguna vez contempló cuando aun no era un hombre hecho de cielos. Es por eso que su color no es uniforme. Carga con miles de cielos. Uno por cada momento de su vida. Aun con aquellos que se negó a contemplar porque estaba enfadado con nuestro Dios (El Niño del Viento). Como si nuestro Niño estuviese en el cielo o fuese el mismo cielo o no sé. La cuestión es que carga con todas esas infinitas gamas del cielo y a mí, tanta variedad no me despierta ninguna confianza. Quizás se trate de una buena persona. Ni yo puedo asegurar lo contrario. Lo cierto es que El hombre hecho de cielos no me alimenta ninguna seguridad. Para colmo, en sus pies y a manera de estigma o de calzado, lleva un buen par de arco-iris. Estoy bromeando. Es una buena persona.

El hombre hecho de cielos a veces está nublado. Y esto no es para nada extraño. Tampoco intento transmitir una metáfora que mencione la tristeza del hombre hecho de cielos. Directamente estoy diciendo que El hombre hecho de cielos a veces está nublado. Y si esas nubes traen agua, El hombre hecho de cielos a veces llueve. Y es ahí cuando no lo dejo entrar a casa. Que llueva, no quiere de decir que llore. Digo que se larga a llover. Y llueve porque ha traído nubes cargadas con agua. No con lágrimas. Con agua. Las nubes no cargan lágrimas. Eso seria una locura. En otras ocasiones, El hombre hecho de cielos trae tormentas eléctricas. Y eso se pone muy divertido. Su voz se vuelve grave y me cuenta chistes a tono de trueno. Por supuesto, se mantiene paradito afuera de mi casa mientras yo lo escucho subido al techo. Lo más cómico es cuando se ríe. Su risa es contagiosa y muy divertida. Y se ríe mucho si viene con tormentas eléctricas. Parece que los rayos le hacen cosquillas. En definitiva, lo prefiero tormentoso a cuando está soleado.

El hombre hecho de cielos, tiene una voz muy particular. Suena a viento. Especialmente cuando pronuncia la “Ese” o la “Efe” o la “Zeta”. Sin embargo, a la “Zeta” no la pronuncia muy bien. Quiero decir que directamente la pronuncia muy mal. Me encantaría que ustedes puedan escucharlo. Estoy seguro que me darán la razón. Suena a viento. Pero por favor, no le digan que su voz suena a viento pues El hombre hecho de cielos está enfadado con el viento. El viento le supo robar su nombre y su más querido sombrero de molino de viento. Regalo de un servidor.

El hombre hecho de cielos, dice conocer el horizonte y asegura de forma solemne que puede estar ahí (en el horizonte) cuando se le antoje. Hasta donde yo se, el horizonte ha sido diseñado para que nadie lo pueda alcanzar. Y cuando digo nadie, digo nadie. E incluyo a los caballos, con o sin monturas y señores sobre estas. Pero señores sin computadoras portátiles, porque esos señores van en aviones. Entonces, no veo cómo puede hacer El hombre hecho de cielos para estar en el horizonte cuando se le antoja. “Muy fácil, Waltercito” Me explicó “Simplemente tengo que acostarme sobre la tierra”. ¿¡!?. Si me remito a la teoría, el horizonte es la línea que se forma en la lejanía entre la tierra y el cielo. Tierra podemos encontrar por todas partes; y El hombre hecho de cielos, está hecho de cielos; con que se acueste sobre la tierra, inmediatamente construirá un pequeño horizonte. La práctica parece encajar con la teoría. Sin embargo, no se por qué me suena a patraña. Quizás, me suena a patraña porque nunca me pudo explicar como haría para formar un horizonte en el mar. El viento, ese pícaro que le robó el nombre al hombre hecho de cielos y su más querido sombrero de molino de viento, regalo de un servidor, me sopló un dato escabroso: El hombre hecho de cielos nunca pudo aprender a flotar. Ni a nadar. Ni a nada de nada. Inutilidad acuática.

El hombre hecho de cielos, a veces se refleja en el agua de las piscinas municipales. Y ahí se queda, extasiado con su propia imagen que se confunde y funde con el cielo que está arriba y que no es un hombre y que tampoco está hecho con hombres, sino que es cielo por derecho propio y que siempre ha estado; y cuando digo siempre, digo siempre; y siempre quiere decir que ha estado antes que la tierra y mas aun. Pero a esto último no lo puedo asegurar porque todavía no he encontrado a nadie que haya estado ahí para decirme “si, así es”. Supongo que en las piscinas municipales y ante la contemplación de su reflejo en el agua padece algo semejante a un ataque filosófico. No se. Digo ataque filosófico porque se mantiene muy serio y silencio. Bien podría ser otra ciencia. Periodístico no. Principalmente porque desconozco si el periodismo es una ciencia o no; y porque los periodistas no son serios ni silenciosos. Bueno, ya no importa. Lo interesante y quizás muy cómico de este asunto de las piscinas municipales es ver al hombre hecho de cielos estremecerse ante las ondas que se producen en el agua debido a la actividad de la pileta. Y ni hablar cuando algún niño travieso que nunca falta, se arroja al agua directamente en el reflejo. El hombre hecho de cielos, no el reflejo, ante tan atrevida travesura, se cubre el pecho con los brazos como si lo hubiesen herido con una bala. En este caso: un niño-bala, que nunca falta. Habiéndose percatado de su ridículo comportamiento, saluda a todo el mundo muy amablemente y se va de compras al primer shopping que se le cruza en el camino. Hay quienes aseguran (y son muchos) que, por mas que el hombre hecho de cielos se vaya de compras, su reflejo se queda en el agua tomándose el pecho. A mi me parece que no. O quizás yo veo mal. Nunca vi a ningún reflejo tomándose el pecho. Para mi se trata del cielo que está arriba, el que siempre estuvo, el que no está hecho de hombres y ni es hombre; y que no se va de compras a ningún shopping que se le cruce en el camino, simplemente porque el cielo no tiene desmesurados y fríos shoppings con los cuales cruzarse. Eso seria otra locura.

El hombre hecho de cielos, de nombre robado por el viento, me juró por su tesoro más querido, el sombrero de molino de viento, también robado por el viento y obsequio de un servidor, que, un día entre invernal y primaveral, un cohete con destino a la luna lo atravesó de pies a cabeza. Lo peor de todo es que tiene pruebas y con ellas me cerró la boca. Otro día, se le supo enredar entre los dedos de su mano derecha los hilos de un paracaídas. El paracaidista sobrevivió al accidente sin ningún rasguño. Sin embargo; y supongo que por la molestia, El hombre hecho de cielos se quedó con la tela del paracaídas y hoy la usa de sabana.

No recuerdo quién, pero quién haya sido era un recién llegado al Barrio, me preguntó sino me parecía extraño que un hombre esté hecho de cielos. Le respondí a quien haya sido que no me parecía para nada extraño. Al contrario. El hombre hecho de cielos es una persona como cualquier otra persona que no está hecha de cielos. Toma mate y lo ceba muy bien. Amargo, eso si, pero lo ceba muy bien. Juega al truco, pero sin flor; juega al solitario y se hace trampa (como todo el mundo) y no sabe jugar al ajedrez (también como todo el mundo).Existe como todo el mundo, con la única diferencia que, la mayoría de las personas no entiende su existencia. Sabe hacer ricas mermeladas (me refiero al hombre hecho de cielo. ¿A quién sino?) Y hasta tiene una bonita y dulce novia que se llama Luna Radiante con la cual contraerá matrimonio y yo seré el padrino. Están todos invitados. Menos el viento y tampoco esos señores que viajan en aviones con sus computadoras portátiles.

El hombre hecho de cielos, es mi mejor amigo aunque no lo parezca. Lo quiero con todas sus virtudes y defectos. Y se muy bien que me quiere con todas mis virtudes y con todos mis defectos. Los cuales son muchos. Siempre le estaré eternamente agradecido. Y no es para menos. Pero si es para más. El hombre hecho de cielos me permitió pasear por las estrellas.

Una noche de verano, de esas que brillan y uno quiere “eternizarse” en ella; y que perdure y que perdure y que perdure, pues se trata de una noche sin par (como todas las noches en el Barrio) yo estaba subido a mi techo. Y estaba triste. Y en esa tristeza no había ningún ánimo de contrariar a la noche. Simplemente estaba triste. Entonces, llegó El hombre hecho de cielos con un color de cielo tipo tres y cuarto de la tarde (Su reloj biológico nunca estuvo de acuerdo las horas del día) “¿Qué te pasa?” me preguntó. “Estoy triste. Siempre he querido viajar a las estrellas pero es imposible. Nunca me llaman para viajar a las estrellas” “No hay problema” me aseguró con su voz de viento; pero por favor, no le digan que tiene voz de viento. Entonces, el hombre hecho de cielos comenzó a atardecer y atardeció y atardeció y por fin: El hombre hecho de cielo se hizo de noche y le brillaron las estrellas y me aseguró que albergaba a todas las estrellas que puede tener el cielo que está arriba. O sea: todas. Y yo le creí. Y me invitó a que saltara hacia ese cielo que era el y yo salté, porque saltar no me causa vértigo ni pánico, menos aun cuando un amigo te cuida. Y así anduve por el espacio infinito de mi amigo y conocí a todos los planetas y todos los satélites y todas las estrellas y todas esas cosas que están en el cielo sideral. Y así anduve y anduve hasta que tuve que regresar para el casamiento del hombre hecho de cielos, el cual será mañana y yo oficiaré como padrino. El padrino astronauta.

A Liliana y Carlos